La profesión de peluquero es una de las mas antiguas que existen y de hecho se han encontrado pruebas de que los antiguos egipcios se rapaban la cabeza o llevaban diferentes peinados y tonalidades que se aplicaban con tintes naturales.

Hoy en día sabemos por las estatuas que en la antigua Grecia  las mujeres llevaban el pelo ondulado, luciendo largas melenas y mechones cortos rodeando la frente y aparecieron las primeras escuelas de peluquería quedando este trabajo reservado a los esclavos a los que se les exigía el aprendizaje de estas técnicas.

Quien les iba a decir a ellos que años mas tarde iban a aparecer las primeras máquinas de cortar el pelo que sustituirían a las antiguas cuchillas y que la peluquería se iba a modernizar hasta el punto que se han desarrollado máquinas eléctricas incluso que funcionan sin cable como los modernos  cortapelos sin cable que facilitan y simplifican el trabajo.

Ya en la antigua Roma se popularizó la práctica de aclararse el tono del pelo con tintes fabricados con cenizas de haya y sebo de cabra, potingues que nada tienen que ver con los modernos tintes capilares actuales que están formulados técnicamente usando solamente productos químicos no agresivos para el cabello.

Posteriormente en la Edad Media el uso de túnicas que cubrían la cabeza, y la propia austeridad de la época, impidió el desarrollo de la peluquería y las mujeres solían llevar peinados sencillos, y como mucho se hacían trenzas, aunque lo habitual era llevar el pelo liso con la raya en medio de la cabeza.

Algo distinto ocurrió durante el Renacimiento puesto que las féminas que marcaban la moda comenzaron a llevar peinados más sofisticados luciendo en sus cabellos todo tipo de accesorios como joyas y trenzas postizas.

En esta época se popularizó la costumbre de llevar el pelo rojo, un tono que se obtenía con tintes fabricados a base de sulfuro negro, alumbre y miel.