El arte de cortar el cabello nació como necesidad social, puesto que nuestros antepasados aunque llevaban el pelo largo, muchos de ellos se los trenzaban o rapaban por una cuestión puramente estética sin que primara la moda, y aunque parezca mentira, eso de «arréglate esos pelos» ya existía en la época del Paleolítico.
En la Edad de Piedra ya se fabricaban herramientas con las que cazaban y preparaban la comida, y no todas ellas eran de piedra, porque hasta el descubrimiento de los metales ya se usaban otros materiales como el corcho, la madera y el hueso para fabricar los primeros utensilios con los que se ayudaban en sus tareas.
Por supuesto que en el Paleolítico las únicas peluquerías que había son las que aparecen en la serie de dibujos animados de Los Picapiedras a los que tantas veces hemos visto en la peluquería utilizando secadores de pelo fabricados con piedra y otros disparates por el estilo mezclando la tecnología actual con la rudimentaria de aquella época, pero bromas aparte, es muy probable que aquella antigua civilización aparte de utilizar herramientas para cazar, también usaran las lajas de piedra para cortar el pelo, y muy probablemente usaran algún utensilio para peinarse, posiblemente una raspa de pescado o una rama de árbol tallada con una forma análoga.
El arte de cortar el pelo es tan antiguo como la humanidad, y así lo demuestran los descubrimientos arqueológicos de Egipto, en donde se han encontrado afeitadoras hechas con piedras afiladas datadas hace 3.500 años, pertenecientes a la Edad del Bronce, aunque presumiblemente ya existían anteriormente.
La prueba más evidente de que hace miles de años ya existían los peluqueros es una estatuilla de 46 centímetros de alta hallada en Tebas, (Egipto) que representa la imagen del barbero Meryma’at, encargado de cortar el pelo a los sacerdotes del Templo de Amón.
Esta talla esculpida hace unos 3.300 años evidencia la existencia de un personaje encargado de afeitar el pelo del cuerpo, el rostro y la cabeza, y puede considerarse como la primera imagen de un barbero pues se dedicaba íntegramente a su oficio sin las herramientas de peluquería que tenemos hoy en día.
Históricamente hay evidencias de que el pelo y la barba se cortaban por cuestiones prácticas, y ya en el Siglo III a.C. el Rey Alejandro Magno ordenó a sus tropas que llevaran el pelo corto y la barba rasurada. La razón era bien sencilla y es que en la lucha cuerpo a cuerpo los persas los agarraban de las barbas para tirarlos de los caballos, así que la nueva orden acabó con las bajas que se producían por esta práctica enemiga.
La población civil siguió la misma moda y se descubrieron el rostro, popularizándose entonces el oficio de barbero que encontró en esta nueva tendencia un oficio del que vivir holgadamente.
Aunque en cada país se acostumbraba a llevar el pelo de forma distinta, por la grafía representada en las monedas romanas, puede verse como algunos generales aparecen completamente afeitados, así que de nuevo la población imitando a sus gobernantes deciden llevar el pelo corto y el rostro afeitado, aunque tras la caída del Imperio Romano, volvió la costumbre de dejarse la barba y el pelo largo, creando diversas modas y tendencias desde entonces hasta nuestros días.